@alinerockbles
Sábado 23 de febrero, subiendo las escaleras del imponente
Auditorio Nacional de la Ciudad de México, por un momento confundí la luna
-casi llena- con la iluminación del lugar. Estaba por caer la noche, noche en
la que La Gusana Ciega presentaría “De Merlina a Conejo en el sombrero”, título
por demás sugerente, en una presentación que prometía ser una noche muy especial, y así fue.
Pocos minutos después de las 8 de la noche, el show comenzaba
con la visión de un performance teatral ubicado al centro atrás del
escenario, compuesto por las
interacciones de una familia de moda cincuentera-sesentera, sentada frente al
televisor. Al mismo tiempo, la música empezaba con la banda encargada de abrir
el show, los originarios de Puebla, Renoh, quienes tocaron varios de los
sencillos de su producción debut.
A las 8.35pm, luces
en off. La Gusana Ciega aparecía en el escenario, dando inicio a su
presentación con Conejo en el sombrero,
seguida de Sálvame de mi que dio
rienda suelta a la vibra del recuerdo y añoranza de todos los que se, estábamos
ahí para cantar más de una historia personal disfrazada de canción.
A Daniel le brillaban
los ojos al cantar, se le llenaba la mirada de gente y a nosotros se nos
llenaba el corazón de música; sonreía
complacido, como tratando de memorizar las caras de los miles de asistentes que
le entregarían su garganta esa noche; en esa fiesta que seguía con Celofán, Me puedes, Tornasol y Entra en el agua, canción llena de fuerza
en la que Germán tiene como siempre la oportunidad de dejarnos con la boca
abierta admirando la pasión que imprime en la batería.
Lo interesante de un concierto de una banda con una historia
como la de La Gusana Ciega, es observar los saltos de tiempo, el reflejo
personal de cada uno de los álbumes; traer del pasado canciones tan íntimas y
tan representativas para el inicio del grupo, como Merlina, Dulce afrodita, Estación lunar y conjuntarlas con Asimétrica , Te entregas o Ella Estrella,
de su último álbum, resultó todo un deleite para el oído de
los ahí presentes. Salón Victoria se sumó en ese momento al escenario para
darle con todo a los instrumentos de viento.
Más de una hora y media había transcurrido; para ese momento
el atril de Daniel estaba atestado de brassieres multicolores (en un ritual
textil de alabanza, las fans lanzan una especie de lluvia de ropa interior al
escenario). Yo ya tenía la garganta
adolorida de gritar, de tanto querer escuchar mis propios recuerdos; pero no contaba
con que lo mejor estaba por venir. En el
escenario se habían unido Stone, de las Víctimas del Doctor Cerebro, para tocar
con la banda No me tientes y Jessy
Bulbo para Dolor de huevos. Como
regalo especial, tocaron un set de rolas en versión acústica en la que sonó la
hermosa Giroscopio (porque… pensar que te escondes, es parte del juego…).
Poco más de dos horas y llegábamos al final. Daniel, Jorge,
Luis Ernesto “Lu” y Germán nos lo habían dado todo. Para un cierre más que
perfecto, una canción que se canta con los ojos cerrados y un poco de ardor en
la conciencia: No puedo verte, a la
que siguió la muy bailable y popular Yes
Sir I can boogie que puso
literalmente a todos a bailar en el escenario y que dio como concluida la
presentación de La Gusana Ciega, celebrando su exitosa trayectoria en el
Auditorio Nacional.
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